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DROGAS SÍ, DROGAS NO.

DROGAS SÍ, DROGAS NO.

Está probado científicamente que el consumo habitual y prolongado de cannabis produce, a largo plazo, ansiedad, psicosis y depresión, además del desarrollo de trastornos de pánico y degeneración neuronal. Pero si además esta droga es mezclada con otras, como el alcohol, pueden producirse accidentes cerebro-vasculares. A pesar de todas estas contraindicaciones, sigue habiendo quiénes, haciendo caso omiso, persiguen sin parar la legalización de  estas sustancias denominadas “drogas blandas”.

Los consumidores defienden su despenalización argumentándola con razones como que se acabarían las organizaciones dedicadas al narcotráfico, se reduciría el consumo y se dejaría de malgastar grandes cantidades de dinero en combatir el tráfico de estas sustancias.

Pero la realidad no es ésta. Existen multitud de razones que apuntan a oponerse al consumo del cannabis y sus derivados. Una de las principales causas es que la legalización debería ser global porque, si no fuese así, las mafias dedicadas al tráfico de estupefacientes seguirían introduciéndolas en aquellos países en los que la legalización no se llevase a cabo, por lo que no desaparecerían. Pero no es la única razón. ¿Para quién se legalizarían? Si se permitiese su consumo sólo a los mayores de edad nos encontraríamos con organizaciones dedicadas a proporcionar estas sustancias a los menores o si, por ejemplo, sólo se le permitiese el acceso a aquéllos que realmente son consumidores, es decir, son adictos, ¿cómo podríamos diferenciarlos del resto?

De cualquier forma, tanto blandas como duras, todas son drogas. Está comprobado que, en multitud de casos, el consumo de las primeras lleva al de las segundas. Y, además, ¿quién estaría dispuesto a soportar el coste, tanto social como económico, de esta legalización?

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