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¿Qué hacemos con las lecturas obligatorias?

Comienzo de curso. Mochilas, libros, cuadernos y los profesores de lengua con sus lecturas obligatorias. El Lazarillo, La Celestina, Crónica de una muerte anunciada. Luego un trabajo o un examen con el que verificar la lectura. Una tradición de la secundaria que perdura por décadas. Pero, ¿tiene sentido? ¿Puede ser contraproducente obligar a leer?¿Qué tipo de libros se deben recomendar? ¿Hay que empujar a los alumnos a lecturas culturalmente más exigentes para que crezcan como lectores?¿ Les estaremos haciendo odiar la lectura? Es el momento de opinar. Aquí copio un fragmento de las opiniones de un profesor de literatura a través de facebook, un vídeo realizado por una joven lectora y dos enlaces a artículos periodísticos:

«Hace unos días una compañera manifestó su compromiso a no mandar a sus alumnos lecturas aburridas y a no obligar a leer libros. Yo quiero manifestar mi compromiso en una dirección muy diferente. Me comprometo a mandar lecturas que saquen a mis alumnos de sus zonas de comodidad, que les muestren otros mundos, otras ideas, otros tiempos, otros personajes, que les exijan un vocabulario más rico (porque el límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo), que requieran el uso del diccionario, que los obliguen a pensar, que los fuercen a reconsiderar sus ideas o a plantearse el sentido de la vida. Me comprometo a obligar a leer a mis alumnos libros que no quieren leer, porque lo que mis alumnos leen por iniciativa propia (Blue Jeans, Marca, Federico Moccia, As) los mantiene dentro de su zona de comodidad, les muestra un mundo patéticamente limitado, los condena a la indigencia lingüística. Y me comprometo a estar disponible para ellos cuando les surjan las inevitables dificultades. Creo que en educación hemos roto un círculo vicioso y pretendemos redirigirlo en una sola dirección. Motivación y aprendizaje están relacionados. Así que se ha convertido en dogma decir que hay que motivar a los alumnos para que aprendan. Yo os animo a no renunciar a la motivación y a realizar a la vez el camino opuesto. Os animo a que hagáis que los alumnos aprendan para que se motiven. Porque cuanto más aprende alguien, más se motiva. Cuando más conoce, más quiere conocer. Nadie ama lo que ignora. Como educadores tenemos la obligación de enseñar para dar la oportunidad de amar: de enseñar cosas que no son agradables y que requieren esfuerzo. Mis padres me obligaron a comer espinacas, acelgas, coliflor y judías blancas. Nada de eso me gustaba. Hoy me gustan las judías y las acelgas y no las espinacas ni la coliflor. Si no me hubieran obligado hoy no comería verduras ni legumbres. Si me hubieran dejado comer lo que me apetecía me hubiera alimentado con chucherías exclusivamente (con Blue Jeans y el Marca). Mis alumnos de 4º de ESO leerán, entre otras muchas cosas, una edición adaptada del Quijote este curso. Los de 1º de Bachillerato la primera parte del Quijote en versión original. Sé que a muchos no les gustará. Hoy, tal vez mañana sí. Y no sólo no pido disculpas. Estoy satisfecho.»

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