Que la pandemia haya afectado al mundo no es ninguna sorpresa a estas alturas. Cada día se detallan en las noticias el número de contagios, se muestran personas incumpliendo las normas de seguridad, niños en clase con mascarilla, y políticos hablando del país, tanto social como económicamente, siempre con gran perspectiva. No queremos una crisis, tampoco un confinamiento, pero nos va a tocar sufrir, y aunque el virus es el causante, no es el verdadero motivo por el cual las cosas seguirán yendo a peor.
Políticamente, el mundo está casi sumido por completo en un caos. Un nuevo presidente de norteamérica, último año de Merkel en Alemania (con el nacionalismo cobrando cada vez más fuerza), la tensión Grecia y Turquía , son solo casos de la lista de cosas que está pasando en el mundo. Pero toca hablar de España, mi país. El confinamiento supuso un desplome económico en España, cuya fuente principal de ingresos era hasta ahora el turismo. España perdió mucho dinero, y todo apunta a que va a seguir perdiéndolo. El motivo es que la política en España tiene un problema ligado a su democracia. Aristóteles, ya desde la antigua Grecia defendía que la democracia era un sistema político aceptable, que tenía el riesgo de convertirse en una demagogia. Se da demagogia cuando la política de un partido apela al miedo, a los prejuicios, a los deseos de los habitantes y prometen grandes cambios, todo para conseguir hacerse con el poder y satisfacer, en vez del bien general, el suyo propio. La mayoría de partidos la practican: “No vamos a pactar con unos … ”(prejuicios) “Qué opina de que su partido haya traicionado a España robando”(miedos) “Tu gestión de la pandemia ha matado mucha gente”(miedos de nuevo) “El dinero está yéndose a inmigrantes ilegales”(odio, prejuicios, miedo),”Saldremos más fuertes” (aspiraciones y promesas imposibles)... Esto trae como consecuencia el bloqueo parlamentario, por el cual se aprueban las leyes y presupuestos de España, porque, si los políticos se preocupasen de verdad por el estado del país darían su brazo a torcer, y que ninguno lo esté haciendo ante una situación que muy bien podría ser la más grave a la que se ha enfrentado España, da a entender que importa más llegar a presidir el gobierno que el bien común, y el problema se agrava más con las CCAA, que son igual de ambiciosas. El coronavirus podría haber hecho que España entrase a razones, pero seamos sinceros, si una situación tan grave no nos ha hecho cambiar, ¿Qué lo va a hacer? Yo solo espero que si llega un cambio no sea cuando el país esté sumido en una quiebra de la que no pueda salir.
En lo referente a social soy más optimista. Tendemos hacia una infelicidad que asusta hasta a el más valiente. Bástese que haya una pequeña imperfección en algo perfecto para que no podamos más que criticar lo primero. Cuando voy al instituto me impresiona ver la señalización por los suelos, las clases siempre abiertas, los profesores llegando antes… pero lo que más me llama la atención son mis compañeros, que no se mueven absolutamente del sitio, ni siquiera del cambio de clase, siempre se echan jabón (aunque sea por la coña) y no intercambian sus herramientas de trabajo. Y lo peor es que lo consideramos algo que hay que hacer y no lo que verdaderamente es, un gran esfuerzo. En su lugar criticamos las terrazas de la principal y a los despistados que no llevan mascarillas, que es totalmente comprensible, pero hay que priorizar alegrarse de lo que tenemos, y es que es imposible ser feliz cuando solo ves las cosas malas de tu alrededor. Y después del coronavirus vamos a salir muy bien disciplinados. Quién os iba a decir a vosotros, profesores, que ya no tendríais que ordenar a la misma persona 6 veces a su sitio en la misma clase, o que no se coma en clase. Esto es bueno porque demuestra que sí se puede hacer y no es un cuento de hadas, y si se puede hacer, ¿Por qué no hacerlo más a menudo?
Esta pandemia no va a revolucionar el mundo, y tampoco vamos a ser más fuertes. El coronavirus ha disparado al órgano economía que sustenta el cuerpo que es España, pero su cerebro está tan segmentado que aunque quiera no va a poder vendarse. Eventualmente, esa herida derramará toda la sangre, o si no lo hace y cicatriza, quizás ya haya perdido la justa para que el cuerpo sufra. La población ha demostrado un carácter ejemplar, y esto es muy positivo. El día de mañana los niños se educarán sin coronavirus y volverán a juntarse, como si nada hubiese pasado, eso sin dudar. Pero si han sido capaces de adquirir un carácter disciplinado cuando procede, puede volver a hacerse, esta vez cambiando la causa que es el coronavirus por una mejor: “su propio bien”. Una sociedad con buenos cimientos tiene la capacidad de construir grandes estructuras.
Fuente: arial (No se necesita una fuente para saber argumentar)