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La homosexualidad como forma de exclusión.

La homosexualidad como forma de exclusión.

¿Seguimos haciendo bromas sobre mariquitas? ¿Aceptamos que un amigo, un hijo, un hermano nuestro sea gay?

 La semana pasada, cuando disfrutaba de mis días de vacaciones navideñas, sentado en la plaza mayor de Tiétar, charlando con mis amigos, salió un nuevo tema de conversación, la homosexualidad.

Para ellos, burlarse y bromear sobre mariquitas es algo habitual, se refieren a ellos como personas que se alejasen de lo común, como si tuvieran alguna perturbación psicológica que les impidiera ser y actuar con normalidad, opiniones claramente lamentables.

Nos centramos concretamente sobre qué haríamos si tuviéramos un conocido, bien familiar o amigo, que fuera homosexual. Muchos de ellos defendían que les llevarían a psicólogos con el fin de poder subsanar el “gran problema psicológico” que tienen, incluso algunos afirmaban que ni les mirarían a la cara, un claro ejemplo de desprecio y humillación.

Por otro lado, una escasa minoría, defendía que no había que tratarlos como un caso especial, eran personas, igual que nosotros, y no merecían sufrir este tipo de acoso y desprecio por los demás.

A mi juicio, la sociedad actual no ha evolucionado lo suficiente como para aceptar posturas homosexuales. Repetidamente nos encontramos con una gran parte de la población que discrimina, de algún modo, a aquellas personas que mantienen una relación del mismo sexo, incluso muchos de ellos lo hacen sin darse cuenta. Acepto que las personas mayores no consideren adecuada la condición homosexual debido al marco histórico en el que vivieron (época franquista), sin embargo, lo que me parece sorprendente es que muchos jóvenes sigan defendiendo estas deplorables opiniones. Por ello, ya es hora de que los homosexuales sean tratados como personas, y romper aquellos tabús acerca de los maricas o lesbianas, es necesario considerarlos como verdaderamente se merecen.

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