De pines y libertades
El pin parental no es una medida nueva en nuestra sociedad. Ha comenzado a hablarse nuevamente de él tras la aparición del partido político Vox. Lo que pretende esta herramienta es impedir que los alumnos reciban charlas, talleres o actividades sobre temas ideológicos o morales, como el feminismo y la sexualidad entre otros, sin previamente solicitar el consentimiento paterno. Esto por una parte resulta lógico puesto que en todas las actividades extraescolares, como visitas a teatros o museos se requiere una autorización de los padres, pero cuando se trata de este tema aparece la polémica.
Se debe a que algunos padres piensan que los profesores intentan cambiar la forma de pensar de sus hijos. Sin embargo esto no es correcto, porque lo que se intenta con ese tipo de actividades es informar a los niños sobre ciertos aspectos, que no están relacionados con los contenidos académicos pero que deben conocer, sin intención de adoctrinamiento.
Hay comunidades como Murcia, donde el pin parental ya se ha implantado y ha comenzado a provocar las primeras controversias. El pasado 2 de febrero, se publicó una noticia sobre una madre que había denunciado, porque no autorizaba a su hija a presenciar la visita del presidente López Miras, y al no haber sido notificada, lo consideraba un incumplimiento del pin parental.
La situación comenzará a empeorar cuando se acepte en más comunidades y situaciones como la anterior o incluso más graves sucedan a menudo. Se puede observar en el caso de un niño homosexual en una familia homófoba. Si sus padres no le dejan acceder a charlas sobre sexo y en su casa no hablan ese tema, se sentirá reprimido y confuso. Por ello, lo correcto sería informar a los padres de este tipo de actividades como de cualquier otra, pero sin necesidad de que tengan que confirmar la asistencia de sus hijos. Simplemente deben confiar en el sistema educativo y en que únicamente hacen lo adecuado para la educación de los alumnos.
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