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Pin parental, ¿sí o no?

La propuesta de VOX de introducir un sistema por el que los padres puedan impedir la asistencia de sus hijos a actividades, talleres y charlas acerca de sexualidad, feminismo o diversidad LGTBI ha originado un gran foco de polémica. No es para menos, puesto que los niños, como personas que son, tienen el absoluto derecho de desarrollar su propia ideología, opinión y pensamiento sin adoctrinamiento ni coacción de ningún tipo. La educación, por lo tanto, no debería estar supeditada a los gustos o convicciones de los padres sino que debería proporcionar conocimientos variados, para que los estudiantes puedan decidir por sí mismos qué opinar sobre cualquier tema. Las actividades de información sobre sexualidad y diversidad LGTBI contribuyen a crear adolescentes más respetuosos con orientacioes diferentes, los ayudan a conocerse a sí mismos y destruyen muchos prejuicios. Es comprensible la postura que puedan adoptar muchos padres, que prefieren enseñar ellos mismos estas cuestiones a sus hijos, sin embargo, no podemos suponer que todos los padres de España vayan a ser igual de respetuosos y neutrales. Los talleres de la educación pública siempre van a ser adecuados para los jóvenes porque habrán sido diseñados por profesionales de la pedagogía (al menos en teoría).


Es importante matizar esta postura: no se debe interferir en la labor educativa del Estado siempre que se ejecute desde el sentido común. Por ejemplo, aunque sea positivo informar acerca de sexualidad a adolescentes y preadolescentes, no procede hacerlo con niños pequeños que probablemente no posean la madurez necesaria para comprender qué es el colectivo LGTBI o qué significa la palabra sexualidad. Por eso son perfectamente comprensibles las críticas que recibió la empresa Disney por celebrar el día del orgullo gay en Disneyland París. No es una cuestión de adoctrinamiento o libertad, simplemente no les corresponde a los niños y no tiene cabida dentro de un parque infantil. Por último, la polémica derivada del pin parental no existiría si la educación fuera diseñada exclusivamente por profesionales en la materia y no por políticos. ¿No resulta sospechoso que cada vez que entre un partido nuevo en el Gobierno se modifique la ley de educación?

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