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La (des)educación sexual

La (des)educación sexual

 

El sexo es obsceno, es vulgar, es sucio y es primitivo, pero también es uno de los mayores placeres que pueden experimentarse, y un acto que dota a la vida de una emoción muy particular. La sexualidad ha sido durante muchos siglos un tema tabú en las civilizaciones cristianas y occidentales, una especie de cuestión chabacana que no estaba permitido mencionar en ambientes sofisticados o respetables.  Y a pesar de que en los últimos años las sociedades se han tornado más progresistas y comprensivas con respecto a este asunto, todavía hay una preocupante multitud de meapilas que creen que pronunciar la palabra sexo equivale a enunciar una especie de maleficio satánico sacado del Necronomicón. En pleno siglo XXI, creo que es hora de comunicarles a todos estos individuos que- por suerte o por desgracia- las relaciones íntimas no son ni las llaves de las puertas del abismo, ni el rito que despertará al ejército de las tinieblas. De hecho, el sexo es un acto de lo más natural, beneficioso, estimulante y divertido, siempre y cuando se lleve a cabo de forma segura, responsable y agradable. 

  Hace un par de meses, cierta política española- que, por cierto, se parece bastante al antagonista de Batman- aseguró que la sexualidad debería quedar fuera de las aulas, pues no quiere que algunos conceptos o enseñanzas influyan de manera negativa en sus hijos. No obstante, lo más chocante del asunto fue observar la cantidad de personas que apoyaron estas declaraciones. ¿Qué es lo que pretenden estos individuos? ¿Que sus hijos jamás conozcan la existencia del sexo y vivan en un perpetuo celibato involuntario? ¿O que aprendan sobre él a través de la pornografía? Para eliminar el estigma del sexo y prevenir a la juventud de los peligros que este puede acarrear, es necesaria la implantación de una verdadera educación sexual integral e inclusiva en los centros de enseñanza públicos. Es vergonzoso que, en un país primermundista como lo es España, la educación sexual se limite a un par de comentarios en clase de biología y una o dos charlas a lo largo de toda la vida escolar. Y es que esta animadversión que parecen tenerle los colegios e institutos al sexo es en gran parte responsable de los embarazos indeseados y de la propagación de las enfermedades de transmisión sexual. La introducción de una asignatura particular que trate el sexo desde muchos y muy variados puntos de vista es, por tanto, imprescindible. 

            El sexo puede ser una experiencia maravillosa, pero también una terrible. Por ello, la educación sexual debería implementarse en las escuelas e institutos, para que los jóvenes aprendan gracias a profesionales- y no a la pornografía, cuyo fin no va más allá del ocio-que mantener relaciones íntimas, siempre y cuando sean seguras, es fantástico, y algo de lo que no deberíamos sentirnos avergonzados. Además, también es preciso explicar que el sexo no tiene por qué desarrollarse de una forma determinada, sino que hay infinitas maneras de disfrutarlo. La clave está en experimentar. 


 

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