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LA RENUNCIA DEL PAPA

LA RENUNCIA DEL PAPA

A raiz de la renuncia del Papa Benedicto XVI, el debate sobre el papel que la Iglesia juega en nuestra sociedad ha vuelto a ser tema de conversación en algunos foros de debate. Hace poco supimos que el nuevo Papa sería Francisco I. Es curioso, pero ambos Papas tienen un pasado que se podría calificar como "oscuro". Joseph Ratzinger formó parte de las Juventudes Hitlerianas y Mario Bergoglio se mostró partidario a la Dictadura militar Argentina del 76. Si ambos deberían ser ejemplo a seguir entre los cristianos, nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿Realmente la Iglesia hace una buena labor en nuestra sociedad o en cambio es una institución que solo intenta sacar el máximo dinero a cuenta de devotos? 

Quizá como no creyente debería mantenerme al margen de asuntos eclesiásticos, pero la Iglesia es algo que nos afecta a todos. Según tengo entendido, el cristianismo defiende el reparto de bienes y la misericordia por el más desfavorecido. No entiendo entonces por qué los máximos representantes del cristianismo, con sede en el Vaticano se muestran públicamente con esos relucientes collares y esas brillantes cruces de oro mientras en África unos 200 millones de personas pasan hambre, según los datos más optimistas. Del mismo modo, la Iglesia se muestra contraria a muchos asuntos del sexo, pero desde hace varios años se vienen dando gran número de casos de pederastia llevados a cabo por miembros del Clero. 

Sin embargo, no se puede juzgar a toda una comunidad por unos pocos. Hay que decir también que gran cantidad de clérigos tienen un comportamiento acorde a los valores que la Iglesia predica. Ejemplo de ello es la sociedad Cáritas que realiza una gran labor en toda la tierra. Mención especial merecen también todos esos sacerdotes que se van de misión a lugares donde se los necesita y favorecen así a desarrollarlos económicamente y socialmente.

Como conclusión podemos decir que no todos los miembros de la Iglesia son buenos, ni todos son malos. Deberíamos aprender que es más importante juzgar a la persona en sí y no juzgarla por que se encuentre en una determinada institución o por que crea o no crea en Dios.

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