La Gran Trampa a los Consumidores
¿Nadie se ha preguntado por qué gastamos más dinero del que tenemos en cosas que no necesitamos? ¿Por qué seguimos comprando de una forma descontrolada?
Todos nosotros hemos llegado a un punto en que gastamos el dinero en artículos para tenerlos mucho antes, para estar a la moda, porque los otros productos que teníamos ya se han quedado antiguos, aunque sigan funcionando. Esto ha llevado a las personas a entrar en una forma de vida donde lo único importante es ´Comprar, Tirar, Comprar´ y ´Crecer por Crecer´ pero lo único que crece en verdad es la Economía, gracias a nuestro dinero. Sin darnos cuenta hemos entrado a una de las trampas invisibles de las empresas y el Estado que es, la obsolescencia programada.
La obsolescencia programada es la determinación de la ´vida útil´ de los productos que una empresa realiza. Si esos productos duraran mucho tiempo, la gente consumiría de ese producto más despacio y la Economía no ascendería. Por ejemplo: El primer caso de obsolescencia programada fue la bombilla. Podía llegar a durar hasta cien años, pero lo productivo era que durara menos para que la gente consumiera más de ese producto. Por eso, las empresas que fabrican bombillas redujeron su duración a mil horas.
Por otra parte, gracias a la obsolescencia programada hay más puestos de trabajo porque hay más empresas, más tiendas, más industrias, etc. y la Economía subiría por la mayor demanda de productos. Aún así, también tiene su parte negativa porque todos los artículos que se tiran a la basura, la mayoría no se reciclan y producen contaminación. Por ejemplo: El caso del basurero tecnológico de Acrra en Ghana. En él se acumula una gran cantidad de residuos tecnológicos de los países avanzados, y esos residuos producen una gran cantidad de contaminación que afecta a las personas, pero sobre todo a nuestro planeta.
En conclusión, La Obsolescencia Programada se implantó en todo el mundo hace más de doscientos años y ya no se puede remediar. Es como un coche a toda velocidad que no puede parar porque ya no le conduce nadie. Bueno sí, lo conducen las empresas y el Estado que quieren que cada vez vallemos más rápido hasta que choquemos contra un muro y nos tengamos que comprar otro coche. Esto es el perro que se muerde la cola.
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