Obsolescencia programada
La obsolescencia programada tiene bajo control nuestro planeta desde hace ya varios años. Todos hemos sufrido alguna vez este caso. Se nos ha estropeado un aparato electrónico y al llevarlo a reparar nos han ofrecido comprar uno nuevo porque su arreglo costaría más. Así nos hacen víctimas de la obsolescencia. Un chip contador es el que decide la vida que tendrá el producto, siendo el consumidor el que debe decidir cuándo reemplazar su producto por otro. Nadie debe obligarnos a comprar.
Esta situación se viene dando desde que la economía se vio afectada por el alto nivel de desempleados afectados por la larga vida de los productos que los fabricantes ofrecían. La obsolescencia programada hizo crecer la economía, impulsando al consumidor a comprar sin necesidad productos más modernos y más avanzados tecnológicamente.
Un defecto en el producto destruye el medio ambiente porque con la obsolescencia programada se acumulan residuos electrónicos que acaban en países del tercer mundo, donde se llevan como productos de segunda mano, pero en realidad ninguno de ellos funciona. También está destruyendo económicamente y psicológicamente al individuo que consume, ya que compramos sin pensar e impulsados por lo que está de moda.
Se puede luchar contra la obsolescencia programada cambiando el modo de fabricación de los productos. En vez de crear residuos a partir de estos, deberíamos potenciar medios para seguir produciendo sin dañar la naturaleza o fabricar productos que no se agoten. También se podría replantear nuestra economía y la mentalidad de la población, pero nuestra sociedad depende de los objetos para conseguir su satisfacción.
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